No es nada nuevo que en ocasiones, los objetos más nimios, los actos más insignificantes, o los hechos que para el resto carecen de una importancia especial, nos llenan el alma de aire, una bruma reparadora y familiar, cargada con la luz del sol. Aire que acogemos, que respiramos con miedo lentamente como un bálsamo, un bálsamo del hoy, suave y denso.
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